Yo me quería casar
con un mocito barbero
y mis padres me querían
monjita de un monasterio.
Una tarde de verano
me sacaron de paseo,
y al revolver una esquina
había un convento abierto.
Salieron todas las monjas
todas vestidas de negro,
me cogieron de la mano
y me metieron adentro.
Me empezaron a quitar
los adornos de mis manos,
anillitos de mis dedos.
Pendientes de mis orejas,
gargantillas de mi cuello,
mantilla de tafetán
y un jubón de terciopelo.
Lo que más sentía yo
era mi mata de pelo,
Vinieron mis padres
con mucha alegría
me echaron el manto
de Santa María.
Se fueron mis padres,
con mucha tristeza,
me echaron el manto
de Santa Teresa.
Vinieron las monjas
con mucho fervor,
me echaron el manto
de la Concepción.
Si voy a la torre
toco la campana,
dice la abadesa
que soy holgazana.
Si voy a la huerta
corto perejil,
dice la abadesa
que eso no es así.
Entre los árboles
y entre las flores
hay muchos nidos
con ruiseñores.