Yo era feliz,
tenía un gato blanco que besaba mi nariz,
un sueño de hojalata, una cama y un parchís,
un cepillo de dientes, un espejo y en abril
veía a las muchachas paseando en el jardín
y las flores nacían y morían por mí.
Yo era feliz,
vendiendo aquellos libros, alquilaba un porvenir,
tenía parcelada la miseria, era feliz.
El seguro pagaba el entierro para poder morir
y el mundo era otro mundo inventado por mí
y no importaba nada, a cualquier precio ser feliz.
Como una marioneta
que el destino cercó
como a cualquier cometa,
cualquier viento me empujó
para llegar aquí,
en una nube subí
y no importaba nada,
solamente seguir
rendirse una palabra
entregarse, morir.