Se le enredaban las algas
por entre pelos y barba
y parecía un San Pedro
que regresara del agua.
Ayer estaba en la arena
quitándose las escamas
de una sirena cautiva
en un callejón de nácar.
Tritón, tritón, tritón.
Se sobresalta y escapa,
esquiva algunas miradas
que las miradas sospecha
que pueden robarle el alma.
Y si tuviera tridente
como tiene el que más manda
con él nos hiciera frente,
a gritos nos ensartara.
Él se acercaba y se iba
como la espuma en el agua
dejando ver en la arena
la forma de una pisada.
Con la sombra plateada
de la luna gobernaba
controlando las mareas
en toda la mar salada.
Soñó que un día soñaba
mirando una vela blanca,
que las gaviotas hacían
con su corazón su casa,
que un delfín iba cubriendo
la mar de sábanas blancas,
que atravesaba un desierto
que su visita no abarcaba.