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Soledad Y El Rata

Victor Manuel

Se vieron por primera vez en un billar
allí donde termina la ciudad.
Miraban sin hablarse como juegan los demás
buscándose furtivamente y mal.
De puntillas el Rata por su talla suele andar,
si no sabe estar sola quién le puso Soledad.
Trepados a una moto van dejando atrás
el barrio que es una barco en alta mar.
Se tiran de cabeza sin saber nadar,
la luna es el neón que brilla más.

Entrando por Serrano iba sólo a medio gas
le dijo: qué te quieres apostar
que cruzo todo en rojo hasta la Puerta de Alcalá.
No mires que empezó la cuenta atrás.
Mansamente llovía a la entrada de un portal,
un camello vendía lo que tú quieras comprar.
La noche como espuma de la gran ciudad,
noctámbulos en busca de algo más,
alguna gente que va o vuelve a trabajar
y a ciento veinte el Rata y Soledad.

Aunque no se lo crean nunca ocurre nada más
a las doce se acuestan porque suelen madrugar.
De día él es cajero en una sucursal,
lavando perros ella no está mal.
Desdoblan tiempo, atuendo y forma de pensar
y a media tarde caen por el billar.






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