Yo a los fantasmas no temo
ni a las islas misteriosas;
yo no temo a los diablos
ni a ninguna de esas cosas.
Yo temo sólo a los hombres
que cuando soplan furiosos,
dicen que sopla el viento
y olvidan su propio soplo.
Yo temo sólo a los hombres
que van atizando el fuego
por donde quiera que van
y van proclamando luego
que es el viento, el viento ciego,
que es el soplo de Satán.