Uno aprende a costa de llorar
que es imposible regresar,
que hay que seguir para vivir
lo que nos queda por morir.
Y comprende tarde que el color
azul del mar fue siempre azul
cuando marchito el corazón
apenas pulsa su laúd.
Porque yo, como tú
pasé soñando mi niñez
con ser feliz alguna vez.
Y cuando pude no entendí,
y corrí, corrí para vivir,
y no viví.
Y desde la cuna a lo que soy
creí que el amor era jugar
y siempre fui de dos en dos
por la escalera del amor.