Era hermoso aquel tiempo
De ilusión florecida
Desplegándose al viento
Cuando madre encendía
Los candiles del alma
Con sus ojos de cielo
Era hermosa la nada
La asombrosa inocencia
La alegría creciendo
Sin razón aparente
Campanario tañendo
La gozosa embestida
De la mágica vida
Porque el mundo era nuestro
Suelo verme los ojos
En lo gris del espejo
Preguntando indefensos
Qué de mí se ha quedado
Sin respuesta ni amparo
Qué de mí ya no tengo
Pero sé sin embargo
Que la vida me ha dado
A beber de su fuego
Que sentí sus fulgores
En el alma y el cuerpo
Que morí en sus dolores
Me entregué a sus amores
Y que no me arrepiento