Encontraron el cilindro y a su casa lo llevaron con cuidado,
como a una bendición. Era Pascuas, y el objeto su regalo,
y los niños se encantaron con su aparición.
Abrieron el cilindro y se maravillaron cuando vieron dentro
un mágico color, como una estrella, polvo de cielo, que
alegraba su miseria con su luz. Sobre sus cuerpos lo restregaron,
y lo adoraron como si fuera Jesús. Los vecinos se enteraron
y curiosos visitaron "a la casa en que de noche sale el sol".
El cilindro y la familia fueron la mejor noticia de la Prensa, Radio
y la Televisión: "Un milagro de Dios?"; "Otro Mago de Oz";
"Regalo de un Platillo Volador?" Aquel cilindro, con el polvo
de cielo que alegraba su miseria con su luz. Sobre sus cuerpos
lo restregaron, y lo adoraron, como si fuera Jesús.
La luz del cilindro fue menguando y al irse se fué apagando
el amor que lo celebró. Uno por uno fuimos pagando el precio
cruel de los que basan su felicidad en error.
El gobierno explicó a través de expertos que, "los muertos fueron
víctimas de radioactividad". Le dieron una multa a un hospital local,
"por botar substancias tóxicas en un área popular".
No hubo milagro, ni hubo justicia, y esa tragedia no es noticia ya.
Ni aquel cilindro, con el polvo de cielo, que alegraba a la miseria
con su luz. Ya no es noticia, esa tragedia de la Navidad sin el
Niño Jesús. Nadie se acuerda de la familia que, brillando, murió
en la oscuridad. El hospital pagó su multa, barata le salió la culpa,
pues la vida de un pobre no vale na'.