Madre,
cuando estás a mi lado,
ya no soy desgraciado,
ni le temo al dolor.
En el silencio,
de tu muda plegaria,
sé que a Dios vas pidiendo,
para mí lo mejor.
Madre,
cuanto me has enseñado,
cuanto me has perdonado,
con divina bondad.
Sin que yo hablara,
descubrías mis penas
y al mirarme a la cara,
me llenabas de paz.
Tú sonriendo, tú perdonando,
tú comprendiendo, lograrás,
que siempre guarde dentro de mi alma,
la fe tan grande que me das.
¡Ay! Madre,
cuando estás a mi lado,
ya no soy desgraciado,
ni le temo al dolor.
En el silencio,
de mí muda plegaria,
yo también voy pidiendo,
para ti lo mejor.
Madre, ¡ay! Madre.